jueves, noviembre 16, 2006

Deshhhde Eshhhhpaña ¡Coño!

Conversamos casi todos los días. En la mayoría de los casos se ríe y escucho su risa desde dentro de mi cabeza, como si no emanara de ella, sino de mí. Y me cuenta –cómo no- de su enamorado con nombre de cómic de diario francés, y que la publicidad que tiene que hacer para la universidad, y la ropa que se pondrá el sábado y el atún que acaba de comer y Chaq y, en fin, cosas que a mí me competen y a nadie más[1]. No importa la hora, siempre hay qué hablar, con qué molestar. Como es natural, luego de uno cinco minutos o tres horas me despido y ella también. Generalmente ella siempre está más cansada que yo. Que descanses –siempre digo- y luego cierro la ventana.

Si no fuera por el servicio del messenger probablemente no tendríamos mayor contacto. Hace ya unos dos años que se fue a dominar las tierras españolas y hasta ahora le va bien. Terrazas le llaman a la localidad donde vive, hasta donde me acompaña la memoria. Es algo pequeño, me cuenta, pero acogedor, como si su cuarto fuera todo el poblado. El edificio donde vive le sirvió menos de techo que de trampolín para conocer a más de uno, con más de una nacionalidad y más de una opción sexual (que mal visto por estas latitudes es).

Un gato la acompaña y más de una anécdota en un Repsol con un par de cojudos. Sus compañeros de cuarto han sido tantos que no logro recordarlos, y ver el archivo de bitácoras que enviaba desde la ex metrópoli no me entusiasma mucho. Ahora vive con una chica, ¿o dos?, en fin…Se le escapa algún "coño", "coche" o un "eh" o "vale", pero no importa, soy materia dispuesta para recordarle palabras como "lompa", "chochera", y el escencial "arranca oe!".

Es raro[2] saber cómo se siente alguien a quien no ves, reírte con sus cuentos de lugares que no conoces y de personas que no imaginas. La esencia de la literatura emana de la forma más natural, tan sólo contando que pasó el fin de semana en un club de Barcelona. La cotidianeidad de las conversaciones e incluso su incursión en algunas conversaciones ajenas a ella por algún distrito limeño, hicieron algo bizarro el hecho de volver a verla en vivo y en directo, fuera de un monitor. Es raro abrazar a alguien a quien extrañas, sin extrañar, en el mejor sentido de la palabra.


La verdad es que hace tiempo quería escribir algo sobre esta gran amiga que está a miles de kilómetros, un océano y un buen jet lag[3] de acá. Ya conversaremos en estos días, por web, como siempre.

[1] Confidencias propias de la amistad. No te preocupes, no divulgaría nada.
[2] Gustavo Adolfo Bécquer, genial poeta y cuentista español romántico, en una de sus Leyendas, llamada “Es Raro”, finaliza comentado las cosas que son raras, con un matiz irónico, sarcástico y más que reflexivo. Es con esa dirección con la que se usa la expresión. Se recomienda de sobremanera leer “Rimas y Leyendas”, universal muestra de genialidad.
[3] El viaje a España dura algunas horas (no recuerdo cuantas), y con la diferencia horaria resulta que una vez en tierras peninsulares, hay un vacío de unas 8 horas que se perdieron. Lo bueno, dicen, es que se pueden recuperar si se vuela de regreso.

3 comentarios:

Jesús Risco Rojas dijo...

Existe un cuento de Edgar Alan Poe titulado "Tres domingos en una semana". Habla de la posibilidad de sacarle la vuelta al mundo y repetir un día tres veces, o sea estar y volver a estar, sólo viajando. Mágnifica forma, entonces, de estar donde uno no puede y evitar eso del jet lag. De lo contrario siempre está a la mano el messenger para coincidir con los amigos que uno va perdiendo en la vida porque la geografía del mundo además de agreste es bien extensa, qué puedo decirte. Y uno no puede estar donde quisiera todas las veces porque no deja de ser tan pequeñamente humano. Siempre hay un viaje hasta Europa que demora mínimo 12 horas sin escalas. Tremenda jodienda.

InO MoXo dijo...

La distancia es una joda completa, como dice Jesús al terminar su comentario. El messenger debería ser considerado como uno de los inventos que ayudó a reducir el mundo, como diría Phileas Fogg cuando habló con Paspartu, el mundo se redujo y sería posible recorrerlo en 79 días pero sin pasar por el indostan y sin haber conocido a Auda, todo se resume en eso. La distancia separa (aunque sean redundante) y te obliga a replantear tus formas de ver la vida, ojalá que pronto los cientifícos nos sorprendan con los teletransportadores y sin errores como en el caso de la mosca.
Mientras tanto nos queda alucinar con Star Trek...
La distancia mata cosas... esa es la gran verdad

capitán pezuña dijo...

Y la indiferencia mata a todas mi querido paiche universitario. de pasada, a España uno de estos días me voy aunque sea en bicicleta de jardinero.