-¿Me alcanzas el encendedor?-preguntó Tomás a la vez que lo señalaba sin verlo, como si fuera un tanto una orden y otro tanto una ayuda para encontrarlo.
-Acá está-respondió Alex y lo lanzó descuidado.
El cuarto no tenía mucha luz y la poca que se filtraba de esa tarde famélica entre las cortinas se ahogaba, como ellos, en el humo y el ronroneo de la música. Era domingo. Era la hora más muerta de la tarde.
-Creo que este bimestre ha sido bastante seco, pero seco como un tronco viejo, como el pasto quemado por el sol.- Espetó Tomás y dio una pitada- No sé por qué, pero creo que fue atareado, sin respiros.
-¿Qué hablas?
-Sí, en serio, ¿no te parece?- Alex ensayó un silencio, miró por las persianas y se dio media vuelta. Acercó el cenicero a la cama. La canción terminó y el silencio entre esa pista y la siguiente tuvo particular notoriedad. Comenzó Dazed and Confused.
-Oe, y...¿qué fue ayer?-, preguntó Alex.
- ¿Qué fue de qué?
-Qué fue de la flaquita esa pues, con la que estabas conversando.
-Estaba buena ¿no?, Es del Carmelitas, creo que se llama Sandra. Tomás dio otra pitada como para hacer memoria, pero fue tan útil como un salvavidas de granito.
-Sí, jaja, le mostraste el cuaderno que llevas en el morral ¿no?
-Sí, pero ¿qué tiene de malo?
-Nada compare', nada. Pásame otro pucho -Clik. El fuego sale en una llama más bien gorda. Primero se prende el papel del cigarrillo, luego el tabaco y la primera bocanada de humo. -El primer golpe de un pucho prendido con un Zippo es delicioso-Pausa-. Mejor si es en un fino cigarrillo de tabaco rubio. Tomás se queda viendo el humo, como si la frase de Alex se fuera a dibujar en el aire. Los dos se ríen.
-Me quito, ya van a ser las ocho, mañana tengo examen de mate, felizmente ya se acaba el año -dice Tomás. Se levanta, guarda su cajetilla en el bolsillo izquierdo, como lo hará hasta el día que se muera, y sus llaves en el derecho. -Ya nos vemos, despídeme de tus viejos.
-Nos vidrios. Ya se acaba el año, y se viene veranito, lindo veranito.
-Lindo veranito.
-Acá está-respondió Alex y lo lanzó descuidado.
El cuarto no tenía mucha luz y la poca que se filtraba de esa tarde famélica entre las cortinas se ahogaba, como ellos, en el humo y el ronroneo de la música. Era domingo. Era la hora más muerta de la tarde.
-Creo que este bimestre ha sido bastante seco, pero seco como un tronco viejo, como el pasto quemado por el sol.- Espetó Tomás y dio una pitada- No sé por qué, pero creo que fue atareado, sin respiros.
-¿Qué hablas?
-Sí, en serio, ¿no te parece?- Alex ensayó un silencio, miró por las persianas y se dio media vuelta. Acercó el cenicero a la cama. La canción terminó y el silencio entre esa pista y la siguiente tuvo particular notoriedad. Comenzó Dazed and Confused.
-Oe, y...¿qué fue ayer?-, preguntó Alex.
- ¿Qué fue de qué?
-Qué fue de la flaquita esa pues, con la que estabas conversando.
-Estaba buena ¿no?, Es del Carmelitas, creo que se llama Sandra. Tomás dio otra pitada como para hacer memoria, pero fue tan útil como un salvavidas de granito.
-Sí, jaja, le mostraste el cuaderno que llevas en el morral ¿no?
-Sí, pero ¿qué tiene de malo?
-Nada compare', nada. Pásame otro pucho -Clik. El fuego sale en una llama más bien gorda. Primero se prende el papel del cigarrillo, luego el tabaco y la primera bocanada de humo. -El primer golpe de un pucho prendido con un Zippo es delicioso-Pausa-. Mejor si es en un fino cigarrillo de tabaco rubio. Tomás se queda viendo el humo, como si la frase de Alex se fuera a dibujar en el aire. Los dos se ríen.
-Me quito, ya van a ser las ocho, mañana tengo examen de mate, felizmente ya se acaba el año -dice Tomás. Se levanta, guarda su cajetilla en el bolsillo izquierdo, como lo hará hasta el día que se muera, y sus llaves en el derecho. -Ya nos vemos, despídeme de tus viejos.
-Nos vidrios. Ya se acaba el año, y se viene veranito, lindo veranito.
-Lindo veranito.
1 comentario:
Acá invierno, pero igual parece veranito.
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