Viste las flores que cuelgo,
cada mañana, bajo mis ojos.
–Las sílabas se hinchan
y en su redondez
las acaricio y les unto un poco de ti–.
Son dos macetas y tres hilos que las sostienen.
El aire las hace bailar
una danza vegetal
de perfumes solitarios y rampantes.
Luego, el riego.
Tú les das el agua
y yo les miento.
viernes, octubre 23, 2009
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