miércoles, febrero 13, 2008

La Espera IV

Las tardes se hacen largas acá, echado, viendo los colores pasar en el cielo, cuando puedo, hasta morir en la negrura cerrada de la noche. Es siempre lo mismo, tantear el paso de las nubes desgarradas, echas jirones moteados en el cielo, viendo algunas palomas volar sin poder oírlas. En las noches se repite todo, con las luces ámbar de la ciudad que poco a poco duerme y yo la sigo viendo, desde acá, como si fuera eterno, sin tiempo. Como un astro o una montaña.

Me doy cuenta del paso del tiempo viéndome las manos, es la única manera que encuentro de notar los meses que van quedándose atrás. Estoy cansado, hundido en la cama otra vez, gris –supongo- en medio de este mundo que gira y se mantiene igual, haciéndose el prefacio de un libro inexistente, el preludio a una canción que jamás nació, el beso y la caricia del amor que nunca se consumó.

Tengo los días tugurizados en la espalda dentro de las costras invisibles de la espera. Esta cama ya es parte mía, como la roca de Prometeo, y tan solo como él, desde acá arriba, me gasto constante, en la respiración terca. La sien me duele un poco, voltearé la cara a la derecha, la almohada con los meses se me ha hecho bastante cómoda, a ver por la ventana hasta que se acaben el cielo y las palomas mudas.

4 comentarios:

Fa dijo...

Me agrada tu Espera.

Buen día, mejor vida.

Efímera dijo...

Dime que no estas esperando el final. ¿o que esperas?

Melpóneme Erato dijo...

Está lleno de poesía todo lo que escribes...

capitán pezuña dijo...

Gracias enormes por las visitas y las palabras.