Entre las páginas reviso tus cartas. No son tuyas, no eres tú quien las escribió y hace tanto ya, que es un tiempo que es de otro espacio; no son de un pretérito común, más bien uno universal, uno prestado con derecho y con cierta complicidad. Sin embargo, tú, en el mismo momento que las veo, estás, sabe Dios dónde, ignorando que te extraño en unas cartas que no son tuyas ni mías, del todo.
Las letras, y las promesas, y los olores son tan nebulosos y de un destinatario tan ajeno a mí. Pero eso no significa que no sean mías, y de una forma u otra, en todo caso, de todas formas, son mías también y tuyas, por qué no y ahora sí, en esta línea, lo son del todo y sin duda. Cada día es una carta nueva, una correspondencia inédita, no obstante, tan leída. Cada lectura es, en el frío que persiste obstinado, un nueva historia que sedimentó hace tanto ya, los hondos pilares que soy.
Y allá tú, estoy seguro, aún ves al igual que yo las tuyas, las cartas mías, si no en una hoja, en una pantalla o, donde mejor se preservan, en alguna habitación del palacio de tu memoria. Y estoy seguro que lees, en letras que no son mías y en otras que no fueron mías, lo que te dije y tras ello, lo que te quise decir. Y estoy seguro, escribiendo solo, que en el silencio que separan tus lecturas supuestas y las mías expuestas, que nos encontramos, en esa coma comprensiva y en ese punto final.
Las letras, y las promesas, y los olores son tan nebulosos y de un destinatario tan ajeno a mí. Pero eso no significa que no sean mías, y de una forma u otra, en todo caso, de todas formas, son mías también y tuyas, por qué no y ahora sí, en esta línea, lo son del todo y sin duda. Cada día es una carta nueva, una correspondencia inédita, no obstante, tan leída. Cada lectura es, en el frío que persiste obstinado, un nueva historia que sedimentó hace tanto ya, los hondos pilares que soy.
Y allá tú, estoy seguro, aún ves al igual que yo las tuyas, las cartas mías, si no en una hoja, en una pantalla o, donde mejor se preservan, en alguna habitación del palacio de tu memoria. Y estoy seguro que lees, en letras que no son mías y en otras que no fueron mías, lo que te dije y tras ello, lo que te quise decir. Y estoy seguro, escribiendo solo, que en el silencio que separan tus lecturas supuestas y las mías expuestas, que nos encontramos, en esa coma comprensiva y en ese punto final.