jueves, diciembre 28, 2006

Mi Hermana, la Escoba

Yo tengo una hermana.
No le gusta limpiar,
le gusta peinarse;
se llama Alexandra.
Ella es muy flaca,
es alta y buena.
Yo la quiero, a pesar que es escoba,
pues sobretodo es mi hermana.
Un día, después de una fiesta en la casa,
al ver tan sucio todo,
tuvimos que barre y barrer
y la pobre Alexandra se quedó pelada.


-A Ale, que no es escoba, pero sí mi hermana.

*Escrito el 12 de Mayo del 2004.

viernes, diciembre 08, 2006

Pedagogía, historia y una radio *

I

Cuando iba en el taxi, el reloj del tablero marcaba las 2:05 a.m. con sus tenues luces verdes. El sueño me iba venciendo y el camino era largo. Radiomar Plus y la salsa dura con estridentes decibeles que generosa escupían los parlantes y algún aplauso esporádico de Hugo, el taxista, más que molestarme, me adormecieron. Como una cuarentona regia de gimnasio cede a un chocolate, asolapada en el baño, cedí al sueño. He aquí lo que soñé:
Daban las 7 y cuarto de la mañana y el dorado sol de Saint Luis entraba a por la ventana. Nikola se despertó como todas las mañanas y lo primero que hizo fue arreglar su delgado bigote. Luego de rascar lo que debía rascar y bostezar más que un hipopótamo desvelado, se levantó y pensó frente al espejo del baño en las bases teóricas de la propagación de ondas electromagnéticas, descritas por primera vez por James Clerk Maxwell en un documento dirigido a la Royal Society titulado “Una teoría dinámica del campo electromagnético”, el cual describía su trabajo entre los años 1861 y 1865. Tesla siempre pensaba en ello, y la amplia frente se le arrugaba mientras cada detalle se acomodaba en su cerebro. Sonrío. Le gustaba ver su cara con esa expresión. Reconocía que era lánguida, un poco cónica con la punta en el mentón, pero así se veía misterioso, intelectual, como un paso delante de los demás. Daría un paso adelante, él lo sabía. Lo sentía viceralmente.

Con su acostumbrado traje negro, hizo su primera demostración pública de radiocomunicación en 1893. Con el mismo traje en el Franklin Institute de Filadelfia y en la National Electric Light Association describió y demostró en detalle los principios de la radiocomunicación. Sus aparatos contenían ya todos los elementos que fueron utilizados en los sistemas de radio hasta el desarrollo de los tubos de vacío.

Antes que él, Heinrich Rudolf Hertz, entre 1886 y 1888 afirmó que las ondas se propagaban a una velocidad electromagnética similar a la velocidad de la luz, y sentó las bases para el envío de las primeras señales. A su vez, el ingeniero ruso Alexander Popov, en 1889, fue quien reprodujo las experiencias de Hertz y observó que la sensibilidad del cohesor (reveladores de ondas electromagnéticas), aumentaban al conectarlos a un hilo conductor que suspendió a una cometa, inventando así la antena. La madre Rusia considera a Popov como el autentico inventor de la radio. Y no se les diga más, que debajo de cada ruso, rascando bien, se encuentra un cosaco. Tesla sabía ello y de hecho sin ello no hubiera podido perseguir su sueño de la comunicación global.

En Estados Unidos, algunos desarrollos clave en los comienzos de la historia de la radio fueron creados y patentados en 1897 por Tesla. No obstante, la Oficina de Patentes de EE.UU. revocó su decisión en 1904 y adjudicó a Guglielmo Marconi una patente por la invención de la radio, dicen que sus amigos Thomas Alva Edison y Andrew Carnegie, algo tuvieron que ver en el cambio de parecer. Tesla lo sabía, pero también sabía cual era su mérito. Siempre lo supo y con el bigote bien peinado fue feliz, a su bizarra manera, como le encantaba serlo. La patente de Tesla número 645576 fue restablecida en 1943 por la Corte Suprema de Estados Unidos, poco tiempo después de su muerte. La decisión estaba basada en el hecho de que había un trabajo preexistente antes del establecimiento de la patente de Marconi. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. Me despierto y no es Tesla cantándole el estribillo a Marconi, cachoso en el más allá. Es Hugo que parece que de acá se va al Tropical a recoger a los salseros que se van a su casa cuando la noche acaba. Aún no estoy sólo en el taxi. Falta dejar a dos más. Ojalá no sea yo el último, pensé, que este gordito sabrosón puede ser medio chorizo y pierdo. Me importa poco o nada, total ni para el taxi tengo. Vuelvo a dormir.

Es Nochebuena de 1906. Así al menos lo muestra el almanaque en la mesa. Reginald Fessenden está de más nervioso y no deja de acomodarse el escaso cabello. Su cigarro se está acabando y busca el siguiente en el bolsillo secreto del chaleco. Lo prendió antes de terminar el que tenía en la boca y así, transfigurándose en una chimenea de ingenio y coleterol transmitió -utilizando el principio heterodino- desde Brant Rock Station, en Massachussets, la primera radiodifusión de audio de la historia. Buques en el mar pudieron oír una emisión que incluía a Fessenden tocando al violín la canción “O Holy Night” y leyendo un pasaje de la Biblia. Fue definitivamente una noche muy buena para el canoso Reginald.
II

Un cuetón. ¡Feliz Navidad! No. Es mi cabeza la que produjo el sonido. Me fui de cráneo contra el vidrio. Esto me va a doler mucho mañana -o en unas horas- pienso y me sobo resignado. Aparte de la risa de mis dos acompañantes, escucho la aguerdientosa voz de Hugo. ¿Estás bien colora’o? Tremendo golpe que te has metido. Sino quebraba, ese animal hacía que nos reventemos contra el poste. No le creo. Las risas lo desmienten. Pero Hugo se siente culpable de haber dado una curva cerrada por las puras y que aparte de subírsele el ego creyéndose Schumacher, casi me reviento el occipital contra el vidrio. No te preocupes gordito, con tal que llegue en una pieza a mi casa, estamos bien, total igual me iba a doler la cabeza al despertar.

Vuelvo a cerrar los ojos, por el persistente sueño o por la probable contusión. Es un lugar más conocido. Mas limpio y menos tugurizado de como lo conozco. Es la Lima de 1925. Se forma el consorcio peruano-británico Peruvian Broadcasting Co., de la Estación OAX , la cual pasó a depender del Estado al año siguiente. En base a esta broadcasting y la experiencia de los servicios de radiocomunicaciones del Ejército y la Marina es que el Estado encarga a la Marconi Wireless Telegraph Co. la instalación de una moderna y potente estación radial, que fue inaugurada el 30 de enero de 1937 con el nombre de Radio Nacional del Perú. Que bien que nos iba. ¡Qué rápido pasan los años!

La prodigiosa voz de Ima Súmac y la elegante pasión de Chabuca Granda, desfilaron a través del tiempo, en aquella cabina. Ahora son los cuarentas y las radionovelas son la moda. Norah es niña, y está creciendo con ellas. Ya fantasea con sus amores y llora en silencio, a veces, en su cuarto sus dramas, pues empieza a sentirlos en carne propia.

Ernesto tiene 19 años y es fanático de Led Zeppelín y Slade. Doble 9 a todo volumen. Norah lo ve pelucón y le pregunta porqué se está dejando el bigote, qué importa -piensa-, ya se le pasará, ignorando que cumplirá cincuenta y seguirá con el adorno facial. Aún no termina el solo de Jimmy Page, cuando entra Tavo. El pantalón de boca ancha y el polo apretado con un estampado de Pink Floyd se los acaba de comprar. No dice nada hasta que acaba la canción, se limitan a escuchrla y gozarse en el rock and roll. ¿Vamos? Hoy somos, Javier está con el carro afuera -dice Tavo acomodándose el ensortijado pelo-. Bajan las escaleras. Las calles miraflorinas, tan suyas, los esperan para un viernes, que como todos, promete diversión, música y una pelea, quién sabe. Ya cruzaron la sala y antes de cerrar la puerta Norah grita “¡Bájame el volumen pues hijito, hasta acá se escucha tu bulla!”, Ernesto regresa corriendo, entra al cuarto y dice, Ma, no llego tarde, apágala tu porfa. Le da un beso en la frente y sonríe. Su mamá sonríe también. Ya mi amor, le dice. Subiendo se pregunta qué pasó para que pasen esa música en la radio y extrañó infinitamente ser niña y escuchar las radionovelas con sus hermanas, soñando cómo sería ser grande, amar y ser amada. Cómo sería tener un hijo. Pero extraña aún más al Ernestito chico, el que aún no salía de noche con sus amigos y no escuchaba rock a todo volumen. Esto se escucha hasta Magdalena, que horror, y apaga la radio.

III

Ya bájate, yo de acá me voy a mi jato me dice Daniel. Llegamos a mi casa. Veo el reloj y son casi las 2.40 a.m. Chau cabezón, le digo. Me despido de Hugo. Ponte hielo en la mitra vocifera; se ríe mientras arranca por la desierta y fría Benavides y Daniel lo acompaña con alguna carcajada. Los veo hasta que dobla la esquina y entra embalado por Larco. Yo también me río y me sobo la cabeza. No me duele, seguro soy un cabeza dura.

Subo y me saco los zapatos. No por querer pasar desapercibido, mi departamento es del tamaño de una cajita de fósforos, es más bien por comodidad. Pienso que debo comprarme un talco. Me hecho en la cama y duermo profundamente.

Ya en la mañana, por poco mediodía, me levanto. Voy donde mi papá y está con mi padrino. Hola tío Tavo, le digo. Están escuchando música, es Doble nueve, un programa de rock clásico sabatino. Me quedo con los dos escuchando una canción de Frampton, los tres tarareamos, pero no sabemos más que el coro. Ernesto acompáñame al taller a ver mi carro, dice mi padrino y éste acepta. Salimos juntos.
-¿Dónde vas a estar?, me pregunta.
-Donde Axel, acá nomás.
-¿Qué le llevas?
-Es el disco de Tesla, él también lo tiene, pero se le rayó, contesto.
-Ah ya, ese grupo es bueno, como los grandes, me dice, lo dice al aire.
Se va con mi tío. Yo sigo caminando hacia la casa de Axel y veo la portada del disco, donde figura ególatra el nombre del grupo en casi toda la superficie. Sino fuera por ti –pienso en voz alta, aunque también se lo digo a Nikola, donde quiera que esté- no tendría nombre este grupo y no tendría donde escucharlo tampoco. Ya llegué. Silbo, luego toco el timbre y me froto la cabeza, sí dolió el golpe.
*Texto escrito en principios de setiembre del 2006